Todo cuerpo en un campo de fuerza conoce la desmesura y el equilibrio, la gracia y el miedo, la voz no vectorial de los azares. Todo cuerpo, todo el cuerpo. Rompe y se rompe, cruje y resiste, se endereza la falda, se imanta, se polinuclea. Reza a Heráclito, respira por las grietas. Con suerte, aprende a ser movido por la luz.
O eso dicen las señales de vuelo, canto y silencio de ciertos pájaros en este cielo.