Los sueños no se pueden controlar. Las pesadillas, menos. Todo aquello que nos preocupa o vivimos con intensidad tiene su reflejo en el subconsciente. No debemos sentirnos culpables. Lo curioso de este libro es comprobar cómo la Semana Santa, nuestros Titulares, nuestras Hermandades, se convierten en objeto de los peores sueños, haciendo que nuestra mente genere situaciones inverosímiles, surrealistas, al fin y al cabo. Nazarenos que reparten yogur líquido, Vírgenes que salen a comer ?pescaíto? frito o puentes que se agrietan hasta romperse cuando caminamos sobre ellos vestidos de nazareno. Son solo algunas situaciones soñadas por nuestros protagonistas, no intenten razonar, diviértanse. Los sueños, sueños son.