A Marcelo no es que le gustaran los helados, ¡es que le encantaban los helados! Nada le gustaba más que comerse un enorme helado de cucurucho sentado en su banco favorito de la playa. Pero había un problema: el Sol. Sus ardientes rayos siempre derretían su helado
y lo convertían en una masa viscosa. ¡PUAJ! Harto de esta situación, a Marcelo se le ocurre una brillante idea: ¡apagar el sol! Lo que no imagina son las consecuencias que tendrá su plan.