Gracias al poeta Manuel Alcántara he tenido la inmensa suerte de beber, en el transcurso de muchas noches seguidas de sus altas madrugadas, en las fuentes del verso y de la prosa, por medio de revelaciones que con la forma de anécdotas me hicieron ver aquel detalle que no entendía de este o ese escritor. Frente a nosotros y sentados a la misma mesa, han compartido nuestro pan y nuestra copa los versos de quienes fueron y son poetas, sin distinciones de generación, tiempo o sexo. Si de pronto un verso de Gonzalo de Berceo, o de Góngora, o de Quevedo, hundíase en nuestro vino, más tarde otro de Luis Cernuda, o de Luis Felipe Vivanco, o de Blas de Otero, o de Fernando Pessoa, mojaba un trozo de su pan en nuestro plato. Juvenal Soto