¿Te imaginas que tu país se volviese peligroso para algunas de las personas que viven en él? ¿Te imaginas que de repente tu padre fuese una de ellas? Eso es lo que le ocurrió a Anna en 1933. Tenía nueve años y estaba demasiado ocupada como para fijarse en los carteles políticos con la cara de Adolf Hitler, el hombre que pronto cambiaría el destino de Europa y su propia vida. Anna y su familia tuvieron que huir y viajar como refugiados de un país a otro, alejarse de todo lo que conocían. Lo más importante era permanecer unidos, porque si algo los separaba…