Que un juez te pida dinero, negociar con un detective con TDAH, demandar a un periodista cobarde, intentar aplacar a un promotor de boxeo o lidiar con un torero tremendista; defender a un colega contra una oscura práctica bancaria, salir por piernas de un pueblo de la Pampa o asesorar a una aristócrata, empresaria de nivel mundial?son algunos ejemplos. Este libro quiere demostrar que el ejercicio liberal de la profesión puede ser muy divertido y, en cualquier caso, intenso; el buen abogado absorbe el problema del cliente y lo hace suyo. Solucionarlo es su reto. Pero para ser abogado hay que valer. El abogado nace y después se hace. Si fuese al revés, estaríamos hablando del asesor jurídico y no es lo mismo Hay profesionales refractarios a la tiranía de la inteligencia artificial. Se me ocurren el médico de cabecera, el psicólogo o el confesor; el jockey, el banderillero o el cantante de ópera. Hay más. Y es seguro que todos, antes o después, llamarán a un abogado. Así pues, no cabe duda: la abogacía no desaparecerá jamás, porque su ámbito de trabajo es la vida de las personas, la vida misma. El abogado d