El señor Martínez salía de casa con el libro abierto y la mirada puesta en las palabras de algún cuento. Le interesaba tanto lo que leía que nunca levantaba la cabeza. Hasta que un día pisó una caca que había en el suelo y todos los niños y las niñas del barrio se rieron al ver a un anciano con una zurraspa en la suela.