Mary Shelley empezó a gestar esta novela en el verano de 1816, un verano lluvioso y sin apenas sol. Tal vez estas circunstancias extraordinarias propiciaran este relato de terror, en el que no solo se cuenta la historia del joven científico Victor Frankenstein y su «demoníaca criatura», sino que se abordan temas fundamentales de la naturaleza humana plenamente vigentes en la sociedad actual.