A pesar del caos de la civilización actual, el mundo no desaparecerá ni surgirá ningún pueblo nuevo, así que la única resistencia posible es la íntima, la individual, la de quien se erige salvaje. Este poemario nos habla de quien resiste íntimamente, alza la mirada, se instala y hace suyo el territorio, y desde ahí se enfrenta a las imposiciones cotidianas. La lentitud del liberto nos conecta con la lucha solitaria del que quiere oponerse al modo de vida mayoritario. Es este un poemario sincero y de un gran realismo que pretende golpear al lector con imágenes potentes, que van desde los grandes temas actuales (el centro comercial, las redes sociales, la pobreza) hasta la simbología de la naturaleza, el sustrato bíblico o la cultura grecolatina. La autora interpela al lector en muchas ocasiones y lo mueve a despegarse de esa rutina alienante que ofrece el mundo moderno, a sublevarse, a resistir.