«Hoy la memoria escoge el camino más corto para herirme», le escribía Rafael Montesinos a Antonio Burgos en el inolvidable poema El rito y la regla, y este libro quiere escoger el camino más hermoso para retener en las pupilas de nuestra memoria esos instantes de plata y terciopelo que a golpe de tecla, año tras año ha ido construyendo Burgos con sus escritos. La levedad del papel de periódico no menoscabó ni un ápice la profundidad de sus escritos, convirtiéndolos en imprescindibles para hacer nuestra personal carrera oficial de la vida. Escritos que hemos ido bisbiseando, generación tras generación, mientras contemplábamos aquello que siempre se repite pero que jamás es igual.
La Semana Santa de Antonio Burgos, es la suya, pero es también la del niño que pedía cera soltándose de la mano protectora de su madre para, años más tarde, coger la de su novia mientras el mismo nazareno pasaba antes los ojos que jamás envejecen. Y la de la niña que estrenaba zapatos de mujer en el Domingo de Palmas haciendo equilibrios entre la adolescencia y la juventud, entre lo íntimo y lo eterno. Es la Semana Santa del armao que se quita la coraza el Viernes pero que no deja de ser Roma viva los doce meses del año. La Semana Santa de ese puente de Triana que alarga la agonía del Crucificado de mirada perdida que rememora terciopelos verdes marineros. La Semana Santa que soñamos, la que añoramos y la que a pesar de todo no hemos perdido, porque así, palabra tras palabra, el autor ha ido atrapándola en cada página escrita. Y que ahora, para mayor gozo, la tiene usted entre sus manos.