«A su feliz pequeña escala, Las hijas de otros hombres fue a la década de los sesenta lo que El gran Gatsby a los años veinte o Las uvas de la ira a los treinta. Hay mucho que admirar en ella: la precisión, el tacto, la humanidad del sentimiento, su tremendo encanto… Es como si Chéjov hubiese escrito Lolita».
Philip Roth
«Hasta el día en que el señor Merriwether se marchó de casa —un mes después de su divorcio—, los Merriwether parecían una familia serena e ideal». Estamos en verano, a finales de la década de 1960. Las calles de Cambridge, Massachusetts, están llenas de hippies de pelo largo y coloridas prendas, pero el doctor Robert Merriwether, que enseña en Harvard y lleva mucho tiempo casado, no repara lo más mínimo en toda esa vida bullendo a su alrededor. Cultivado, reflexivo, animal de costumbres… Merriwether es todo menos un hombre impulsivo. Por eso es tan extraño, tan deslumbrante e inesperado, que mientras su esposa Sarah está de vacaciones conozca a Cynthia Ryder, y que en poco tiempo profesor y alumna empiecen un intenso romance.
La novela de Richard Stern —discreto clásico moderno de la literatura norteamericana— es un elegante examen de la pasión amorosa, de su epicentro y sus réplicas, de sus devastadoras consecuencias. «Amor», piensa el doctor Merriwether. «Cuántos millares de sentimientos escondía aquella palabra famosa y petrificada, el origen de tanta historia y desorden».