Miss Alegría había estado de vacaciones. Se lo había pasado estupendamente y, ahora, conducía de vuelta a casa. Estaba silbando alegremente mientras conducía y, de repente, por el rabillo del ojo, vio un cartel. El cartel de Tristilandia. «¿Tristilandia?», pensó, «nunca he oído hablar de ese lugar». Y dio la vuelta con el coche para dirigirse allí.