Esta exposición muestra Sevilla a través de las fotografías que Emilio Beauchy Cano tomó de sus edificios, de sus obras de arte, de sus fiestas y de sus habitantes a lo largo de su vida. Su producción constata la riqueza patrimonial y la vida popular de Sevilla, ciudad en la que su padre Julio Beauchy instaló su estudio de fotografía en el número 30 de la céntrica calle de las Sierpes, donde se popularizará su producción retratística gracias al gusto de las clases altas sevillanas por las tarjetas de visita. Éste será el testigo que Emilio Beauchy tomará de su padre, saliendo del estudio para capturar la ciudad de su momento y otorgándole un importante reconocimiento en vida. Para Beauchy, Sevilla fue una constante temática que reaparece una y otra vez entre sus fotografías proporcionando nuevos encuadres que luego fueron repetidos una y otra vez. La obra de Beauchy fue extremadamente original, pues fue capaz de atrapar el pulso de la ciudad, a la que dedicó, directa o indirectamente, muchas de sus fotografías. En estas imágenes desfilan cigarreras, nazarenos, flamencos, toreros y otros personajes locales que tuvieron para él especial significación. Y por encima de todo, destacan las vistas de la ciudad, que Beauchy cuida con una estética muy personal hasta conformar uno de los más completos repertorios. Muchas de sus imágenes ilustraron los periódicos y revistas de su época, como el caso de «La Ilustración Española y Americana», donde destaca por presentar las características del reportero moderno, presente con inmediatez en el lugar del suceso, en revelar las tomas y enviarlas por ferrocarril para su rápida publicación.
Sus fotografías ofrecen un panorama nuevo de la ciudad con tomas al aire libre que nos ofrecen imágenes más espontáneas, que se caracterizan por su visión cautivadora y dinámica de Sevilla. Los principales monumentos, las casas de vecinos, las fábricas, las vistas del Guadalquivir, los vapores que atracaban en su puerto, las estaciones de ferrocarril, la plaza de toros o la Semana Santa cobran protagonismo en sus fotografías conformando incluso los inicios de un primer reporterismo al retratar episodios históricos como el hundimiento del cimborrio de la Catedral en 1888. Por último, Beauchy destacó por inmortalizar a sus habitantes en seductoras albúminas y gelatinobromuros, dando protagonismo a sus vidas cotidianas, a sus trabajos y a los momentos de diversión como su pionera fotografía de un café cantante.