Mil veces había leído y releído la profecía en el pergamino que muchos años antes el caballero mameluco intentó esconder en cuanto supo que había caído en la trampa después de que su barco naufragara en las costas de Chipre, y otras mil veces la había repetido de memoria después de echarla al fuego y contemplar cómo se reducía a cenizas. Recordaba perfectamente todos los detalles, hasta el extraño dibujo de la constelación de Venus que se superponía a un símbolo que no había logrado entender.
Francia 1313. El proceso contra los templarios se halla a la merced del pulso que mantienen el rey y el papado. Mientras se decide el destino de la Orden, los caballeros que escaparon al arresto, entre los cuales circula una antigua profecía, tratan desesperadamente de salvar no solo su honor sino también sus tesoros más valiosos: los tres portulanos que indican la ruta de la Costa de Dios. Custodios de este conocimiento revolucionario son las catedrales góticas -entre ellas, Notre Dame- que están surgiendo por toda Francia, tragándose ríos de dinero de origen misterioso. Cuando Goffredo de Lor, sacerdote de 35 años de la remota Normandía, llega a París para dejar atrás un pasado borrascoso y escapar a la amenaza que se cierne sobre él, aún no sabe que va a convertirse en una pieza importante del tablero de un juego muy peligroso. Comenzará un largo viaje constelado de peripecias, aventuras, luchas de poder entre facciones opuestas, homicidios y conspiraciones. La acción se desarrolla en el siglo XIV, un periodo intenso y rico de contrastes, en el que Goffredo habrá de afrontar, uno tras otro, a todos los que intenten impedirle descubrir la verdad. Una verdad sutil y maldita, de perfiles borrosos, al límite de la herejía. Una verdad que, con una fuerza impresionante, podría cambiar el curso de la historia para siempre.